miércoles, julio 12, 2006

UXA, guarda el misterio.


¿Dónde las palabras de los dioses que hacen felices a los mortales?
¿Por qué se pierden entre los sauces?
¿Son como las grullas que procrean entre las ramas retorcidas del bosque?
¿Dónde?
ATHO
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Tras terminar la recolección del muérdago, el druida Atho, vuelve al roble de la plaza.

Muchos asistentes a la feria de Tara se reunieron a su alrededor y le pidieron que contara historias de la tierra de donde venía: Egipto de los faraones.
Un ruiseñor, que se posó sobre su hombro, empezó a cantar, y era tan maravillosos sus trinos que, seguro venía del monte Olimpo, donde nacen, de los miembros enterrados de Orfeo, los mejores del mundo.
Cuando Atho comenzó a referir los hechos, el pajarillo, se fue volando hacia el sur, a cobijarse en la frondosidad de la selva.

Era la hora exacta: ningún nogal tenía sombra, ni cuervos las higueras. Las espigas de trigo se estaban tumbando, su color dorado teñía de esplendor la tarde.

Pues… veréis:

Aún le duraba sobre sus pechos y vientre, la sensación del peso de su amante. Temía perder en su memoria, la noche de fantasía pasada a la orilla del río, mientras la luna y el agua jugaban al escondite.
Los límites del péndulo, realidad y fantasía, se acercaban.

Sus ojos verdes y suaves, como plumas de ave del paraíso, vaciaban de realidad todo el tiempo pasado junto a él.
Uxa, guardaba el misterio.

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